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domingo, 23 de octubre de 2011

Quaderns d´Àfrica de Miquel Barceló


Fa unes setmanes, vaig trobar per casualitat a una de les prestatgeries de la biblioteca municipal el llibre "Quaderns d´Àfrica" de Miquel Barceló que es publicà al 2004. La portada em va cridar de seguida l´atenció. Eren dos figures africanes caminant, els típics personatges estilitzats dels quadres que l´artista pintà durant la seua estada a Mali i que vaig veure per primera vegada a l´any 1994 quan es celebrà una exposició sobre Barceló al Centre del Carme de València.

És un llibre de menys de 200 pàgines, senzill, sense pretensions literàries i amb un llenguatge molt directe. En ell estan recopilats els diaris que va escriure a Mali acompanyats de dibuixos, llistes de la compra, comentaris sobre les lectures que l´acompanyen (Mallarmé, Bowles, Vasari, Biedma..), referències a estrofes de cançons de Camarón... Són textos breus on reflexiona sobre la forma de vida africana, l´art, el pas del temps o la mort. El llibre té algunes cites que m´han agradat molt. Esta és una d´elles: "Pintem perquè amb la vida no n´hi ha prou. Ho he dit jo o ho he llegit en alguna part? Crec que és meu. En qualsevol cas, aqui amb la vida ja n´hi ha prou. És quasi excessiva".

Els diaris van ser escrits originalment en francés i en català i també però en menor mesura en castellà. En ells, veiem com l´artista s´ha anat adaptant al país. Ens transporten a la seua quotidianitat, a les seues dificultats per a treballar per culpa de la sorra i el vent, als problemes amb les aduanes per poder passar el seu material i també a les seues rutines que inclouen mirar les sabates abans de posar-se les per si hi han escorpins o el miracle que suposa escoltar de repent a Beethoven sonant a una ràdio.

El llibre ens deixa entreveure a un artista infatigable que no para de dibuixar i pintar, utilitzant diferents suports i materials. També ens parla de les seues festes on circula la cocaïna, l´herba africana i el konyo (la cervesa de mill de Mali).

Un llibre senzill amb reflexions sinceres i profundes sobre l´art i la vida. En qualsevol cas, una grata sorpresa...


viernes, 9 de septiembre de 2011

Midnight in Paris

Me encanta Woody Allen y no me pierdo ninguna de sus películas desde hace años pero Midnight in Paris ha sido una de las que más me han gustado últimamente: romántica, ingeniosa, divertida, deliciosa, nostálgica. Los temas son los de siempre: crisis de pareja, crisis existencial y creativa... En definitiva, Allen en estado puro. 

La película relata la historia de una familia norteamericana que viaja a París por negocios. El film juega con el pasado, el presente y el futuro y habla de ese sentimiento que a veces tenemos de que podríamos haber sido más felices con una vida distinta o en otra época diferente. La película nos traslada a los años 20, esos años en los que, como dijo Ernest Hemingway en su novela A Moveable Feast, "París era una fiesta".

A much@s de nosotr@s nos hubiera gustado poder retroceder al París de aquella época como Gil, el protagonista, otro de los muchos alter egos de Woody Allen, para poder ver bailar a Josephine Baker, beber absenta con Hemingway, cenar con Picasso, ir de fiesta con F. Scott Fitzgerald y su mujer Zelda, visitar a Gertrude Stein en su casa de la Rue de Fleurus, conocer a Matisse, Picasso, Buñuel, Man Ray o Dalí (por cierto, magnífica interpretación de Adrian Brody), ir al lujoso apartamento de Cole Porter y escucharle tocar "Let´s do it, let´s fall in love" o entrar en la librería Shakespeare and Company de Sylvia Beach, en esos años en que la capital francesa fue el centro de la vanguardia artística europea.

La película también recrea indirectamente la época del Jazz Age en París, cuando numerosos artistas y músicos afroamericanos cruzaron el Atlántico y trajeron el jazz a la capital francesa, se instalaron en el barrio de Montmartre y encontraron el éxito en un país donde no existían leyes sobre la discriminación racial.

Para poder disfrutar plenamente de la película, hay que conocer los referentes culturales que aparecen aunque alguno sea ficticio (por ejemplo, el personaje que interpreta la actriz Marion Cotillard). Midnight in Paris es una auténtica delicia para l@s que siempre nos hemos sentido atraíd@s por la vida cultural de esa ciudad en el período de entreguerras, para l@s nostalgic@s y soñadores, para l@s que todavía andan buscando su sitio en el mundo y para l@s que quieran disfrutar del mejor Woody Allen. A mí también me hubiera gustado subirme a ese coche al oír las campanadas de medianoche... 


miércoles, 27 de julio de 2011

Pintoras surrealistas: Maruja Mallo


Cuando pensamos en la pintura surrealista, enseguida nos vienen a la cabeza nombres como Salvador Dalí, René Magritte o Max Ernst pero casi nunca un nombre de mujer. Much@s de nosotr@s no sabemos que hubo artistas femeninas dentro de ese movimiento tan merecedoras de nuestro interés como ellos. Mujeres como Maruja Mallo, Dorothea Tanny, Remedios Varo, Leonor Fini, Frida Khalo o Leonora Carrington son prácticamente unas desconocidas para la mayoría. Frida Khalo tal vez sea la más famosa aunque también hay que decir que durante su vida, su amado Diego Rivera le hizo algo de sombra. En este post hablaré de una de ellas: Maruja Mallo.


 Maruja Mallo nació en un pueblo de Lugo en 1902 y con 20 años viajó a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí frecuentó la Residencia de Estudiantes y conoció a los intelectuales y artistas de la época: Dalí, Lorca, Buñuel, María Zambrano, Concha Méndez y Rafael Alberti con el que mantuvo una relación durante varios años antes de que éste conociera a María Teresa León. Concha Méndez y ella fueron las primeras mujeres en Madrid en salir a la calle sin llevar sombrero, una práctica que resultó escandalosa en aquella época. Maruja Mallo fue también la única mujer que frecuentaba la tertulia de la filósofa María Zambrano en la Plaza Conde de Barajas. Solía ir a los lugares de moda a bailar el charlestón y era una mujer moderna, transgresora y tremendamente vital que se adelantó al feminismo e influyó y deslumbró a sus amigos de la generación del 27.

Realizó su primera exposición en la primavera de 1928 en los salones de la Revista de Occidente, revista con la que también colaboraría haciendo viñetas. Una de sus series de cuadros más conocidas fue la llamada "Verbenas y Estampas" en la que representó temáticas modernas como las máquinas, el deporte o el cine. También trabajó realizando las portadas de numerosas publicaciones literarias. A finales de 1928, dio un giro a su pintura con la serie "Cloacas y campanarios" cambiando el colorido de sus cuadros por tonos oscuros y plasmando los paisajes de las afueras de Madrid de una forma desgarradora.

En 1932, se marchó a París y conoció a artistas como René Magritte, Max Ernst, Giorgio de Chirico o Joan Miró. También se relacionó con André Breton, Paul Eluard y Louis Aragon. André Breton le compró el cuadro llamado "Espantapájaros", un cuadro lleno de espectros que hoy se considera una de las grandes obras del surrealismo.
En 1935, conoció al poeta Miguel Hernández con el que colaboró artísticamente y con el que tuvo una apasionado romance.



Maruja Mallo fue una mujer comprometida con la República. Participó en las Misiones Pedagógicas en Galicia y elaboró carteles de propaganda antifascista para el Frente Popular. Al estallar la guerra civil, huyó a Portugal. Después se trasladó a Buenos Aires, donde permaneció durante 25 años manteniendo amistad con Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Durante todo ese tiempo, siguió trabajando y exponiendo. En la época del exilio, pintó cabezas y bustos femeninos, máscaras basadas en cultos afroamericanos y cuadros que reflejan su fascinación por el Océano Pacífico con motivos marinos como médusas, estrellas de mar y caracolas. Finalmente, volvió a España en 1964. Con la muerte de Franco, llegó su reconocimiento. Falleció en 1995 en Madrid a los 93 años de edad.


Para quien sienta más curiosidad por esta mujer, he aquí un documental titulado  "Maruja Mallo, mitad ángel, mitad marisco" que RTVE emitió en 2010.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-maruja-mallo/966721/

domingo, 5 de junio de 2011

Miles Davis en París


La primera vez que escuché al trompetista Miles Davis fue en la película Ascensor para el cadalso del director francés Louis Malle.  Miles había llegado a París de gira en 1957 y allí conoció a los intelectuales y artistas de aquella época como el filósofo Jean Paul Sartre, la escritora Simone de Beauvoir, el poeta, novelista y músico Boris Vian o la cantante Juliette Gréco con la que tuvo un romance.

La película nos muestra un París en blanco y negro en el que la protagonista, la actriz Jeanne Moreau, busca a su amante por toda la ciudad sin saber que éste ha quedado atrapado en un ascensor. A petición de Louis Malle, que era un gran aficionado al jazz, Miles Davis compuso la banda sonora visionando las imágenes y componiendo al mismo tiempo. El resultado es una música que se ajusta a la perfección al tono y a la atmósfera inquietante de la película, en definitiva, una de las mejores bandas sonoras de jazz de la historia. Aquí os dejo una escena de la película...

sábado, 4 de junio de 2011

Paseando por Lisboa

Lisboa es una de mis ciudades europeas favoritas. Pasear por sus calles empedradas, subir a sus miradores o sentarse en la terraza de uno de sus históricos cafés siempre me produce un inmenso placer.

Lisboa es una ciudad cosmopolita donde conviven la tradición y la modernidad y donde la cultura portuguesa se mezcla con la de aquellos países que fueron antiguas colonias de Portugal como Angola, Cabo Verde, Mozambique o Guinea Bissau.

Como ocurre con muchas ciudades con encanto, hay que recorrerla a pie para apreciar mejor su belleza y no perderse sus lugares más reconditos y pintorescos aunque a veces cueste un poco subir a algunos de sus escarpados barrios. Siempre se puede recurrir al autobús o al tranvía. Merece la pena  coger el tranvía número 28 por lo menos una vez por su fabuloso recorrido. Si tenéis la suerte de encontrar algún asiento libre junto a una de las ventanillas, disfrutaréis aún más del viaje ascendente por las calles más empinadas, sobre todo en los tramos más estrechos en los que casi se pueden tocar las casas con la mano.

Tranvías en la Praça da Figueira

Los barrios antiguos más emblemáticos de Lisboa son la Baixa con sus calles amplias, planas y perpendiculares, el Chiado, el barrio intelectual y bohemio que sufrió un terrible incendio en 1988 pero que ha sido  reconstruido y al que se puede acceder a pie o por medio del elevador de Santa Justa, el Barrio Alto donde conviven los lugares de fado para turistas, los bares de copas, las tiendas de diseño y los restaurantes junto a los comercios tradicionales y la vida de barrio de siempre, los barrios castizos y antiguos de Alfama, Mouraria y Castelo y el barrio de Belem.

 La Praça do Comércio, también llamada Terreiro do Paço, está situada en la Baixa y es como la gran antesala de la ciudad, un espacio porticado abierto al estuario del río Tajo por donde entraban y salían toda clase de mercancías hacia las Indias. El encanto decadente de las rúas do Ouro, Augusta y da Prata y de sus bellos edificios invita a un agradable y animado paseo y da testimonio de su pasado burgués y comercial que pervive hoy en día. Estas calles desembocan en las famosas plazas del Rossío, da Figueira y Restauradores.

 El barrio de la Alfama tiene un trazado arquitéctonico y un ambiente muy diferente debido a sus empinados callejones, sus casas blancas donde asoma la ropa tendida en los balcones adornados con geranios, los niños que corretean y juegan en sus plazoletas y las numerosas callejuelas que descienden hasta el río formando un auténtico laberinto que nos ofrece unas magníficas vistas sobre la ciudad y el Tajo. Por la noche, resuenan los ecos de las tabernas de fados y, en verano, el olor de los puestos de sardinas asadas invade las calles durante las fiestas patronales. En la Alfama apetece caminar sin rumbo fijo y descubrir sus rincones aunque te pierdas por sus intrincadas callejuelas. Algo parecido ocurre con el barrio de Mouraria.Antes de iniciar la subida al barrio de la Alfama o al descender hacia el río vale la pena recorrer también las calles a orillas del Tajo con sus casas con azulejos y su ambiente portuario.

 La ciudad se presta a numerosos recorridos literarios y arquitectónicos. Se pueden seguir las huellas del famoso escritor Fernando Pessoa, tomando una bica en la cafetería A Brasileira con su elegante decoración modernista y su archifotografíada estatua de bronce o comiendo en el restaurante A Martinho da Arcada de la Praça do Comércio donde el escritor escribió algunos de sus poemas y se reunía con los intelectuales y artistas de su época.

Fernando Pessoa caminado por A Baixa

El recorrido de cafés históricos y literarios no puede olvidar el Café Nicola de la Praça da Figueira con su bella decoración art déco que en sus inicios fue una librería y lugar de encuentro para intelectuales y tertulias literarias, a las que acudía, entre otros, el escritor Jose Maria Eça de Queiroz que utilizó Lisboa como escenario de algunos de sus relatos como en El primo Basilio o Los Maia. 

También se pueden seguir las andanzas del inolvidable protagonista de la deliciosa novela de Antonio Tabucchi Sostiene Pereira que fue llevada al cine y cuyo papel protagonista interpretó magistralmente el actor Marcello Mastroianni. Al hacerlo, reviviremos entonces la verbena de la Praça da Alegria en los opresivos tiempos de la dictadura de Salazar con el trasfondo de la guerra civil española y del auge del fascismo alemán e italiano, la limonada muy azucarada y la tortilla a las finas hierbas del Café Orquídea en la calle Alexandre Herculano, la casa del protagonista en la rúa da Saudade cerca de la catedral o el British Bar, el bar portuario donde Pereira se detiene antes de tomar el tren en la estación de Cais do Sodré.

 Hace unos años entré en la librería más antigua de Lisboa, la librería Bertrand, en la rúa Garret, en pleno corazón del Chiado. Buscaba El Año de la muerte de Ricardo Reis de José Saramago en portugués, una novela que cuenta la historia de un hombre que regresa después de pasar 16 años en Brasil a una Lisboa atlántica y lluviosa en los inicios de la dictadura. Empecé a leerla a orillas del Tajo junto a los muelles en un ambiente totalmente portuario y no demasiado lejano a lo que describe Saramago en las primeras páginas de la novela.

 Los amantes del jazz y la literatura pueden revivir algunos momentos de la novela de Antonio Muñoz Molina  El invierno en Lisboa y, de paso, acercarse al Hot Clube de la Praça da Alegria, el primer club de jazz de Portugal que abrió en 1948, si no fuera porque el local cerró en 2009 por culpa de un incendio. Las actuaciones del club se realizan ahora en los diversos elevadores de la ciudad.

Otro lugar donde vale la pena quedarse un rato es el Largo do Carmo, una bonita plaza donde se encuentran las ruinas de un antiguo convento carmelita que fue destruido por el terremoto que asoló la ciudad en 1755. También se encuentra allí el cuartel que el 25 de abril de 1974 fue protagonista de uno de los episodios de la revolución de los claveles, la revolución que derrocó al dictador Salazar, puso fin a 14 años de guerras coloniales y fue el primer paso hacia la independencia de las colonias. Una placa en el suelo de la plaza recuerda a Salgueiro Maia, el capitán del ejército sublevado, que consiguió que el general Marcelo Caetano se rindiera tras haberse refugiado con sus ministros en el cuartel do Carmo. El actor italiano, Stefano Accorsi, interpretó al capitán Salgueiro Maia en la película Capitanes de Abril  dirigida por la actriz y cantante María de Medeiros.

 Los miradores son lugares que no hay que perderse en esta ciudad salpicada de colinas: Sao Pedro de Alcantara, Santa Luzía, Santa Caterina, Graça... Cada uno tiene su encanto y muestra una perspectiva diferente de la ciudad.

Otro de los atractivos de esta ciudad consiste en cruzar el río con algún cacilheiro para comer un arroz de tamboril en el Restaurante Ponto Final de Cacilhas y poder admirar el skyline de la ciudad desde el otro lado, sobre todo al atardecer. Os aseguro que merece la pena.

Vista de la Alfama y el río desde el mirador de Sta Luzia